miércoles, 30 de noviembre de 2011

Odio y sed de venganza...

fue lo que sentimos al unísono. Aquellos estúpidos científicos con sus inmaculadas batas blancas, aparecieron de la nada e insultaron la memoria de tantos compañeros y compañeras caídos en la isla, luchando contra los zombis que ellos habían creado con su locura.

Y allí estaban, ante nosotros, con todo su desprecio hacia los militares que nos jugábamos la vida para corregir sus meteduras de pata.

Obramos al unísono y sin decir nada. Los obligamos a entrar en la habitación donde habíamos acorralado a los últimos seres. Oímos sus gritos de desesperación mientras eran atacados por la voracidad insaciable de los zombis.

No sentimos remordimiento alguno. Al contrario, nos dimos la vuelta como si no hubiéramos hecho absolutamente nada. Y volvimos al punto de encuentro, a seguir esperando el último vuelo del helicóptero militar que nos sacara de esta maldita isla.

Éramos el grupo que cerraba la misión, los últimos cinco y nos disponíamos a marcharnos con la mayor tranquilidad.

Pero a alguno se nos olvidó echar el cerrojo de seguridad de la puerta que guardaba el horror... y la puerta se abrió.

Ahora ya puedo conectar los recuerdos inconexos. Ahora sé lo que sucedió, al menos en las últimas horas que compartí con otros seres realmente vivos y no solo, como estoy ahora mismo.

Además de Campano y Evelyn sé que había otros militares más, cuyos nombres aún no consigo recordar. Lo que sucedió ya está dicho, sólo añadir que el helicóptero no llegó a aterrizar, lo vi desde donde me refugié.

Una masa de seres asesinos se acercó a su encuentro atraídos por el ruido de los motores, ni siquiera llegó a posarse. Viendo cómo estaba el patio del edificio, volvió a elevarse, sobrevoló varias veces el lugar, como si quisiera comprobar que todo estaba invadido y que no quedaba nadie por rescatar.

Cuando se sintieron convencidos, lanzaron cohetes que impactaron en el patio y en el mismo edificio. Una lluvia de escombros y fuego lo invadió todo, los seres morían abrasados. Sé que huí hacia la Sala de Control.

Estaba herido, pues a pesar de defenderme de mis antiguos compañeros con toda la contundencia que pude, consiguieron alcanzarme y morder mi brazo. Al final cayeron, pero mi herida sangraba. Tengo una mala sensación de ese momento.

Me encerré en la Sala de Control. Recuerdo cómo atranqué las puertas, recuerdo oír los aullidos de los terribles seres, las explosiones, los golpes sobre la puerta.

Y mi mente comienza a nublarse desde que me tiendo sobre una de las camillas que hay en un extremo de la habitación. No sé explicar por qué hay dos camillas en la Sala de Control del edificio principal. Las luces parpadean y mis ojos se cierran, con la mano me aprieto la herida, pero sangra igualmente.

Y me siento perdido... hasta hoy


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