lunes, 30 de marzo de 2020

SORPRESA I (un cuento apocalíptico en 5 entregas)



Te propongo un juego: cinco entregas diarias de dos micro relatos cada una, que al final forman una pequeña historia apocalíptica. Por cierto ¿sabrías de dónde es la foto?, la hice yo mismo en un viaje. Podrás adivinarlo porque al final de cada entrega pondré una Pos Data con una pista.


PRINCIPIO

Todo empezó hace un tiempo, no sabría decir exactamente cuánto. Lo primero que hicieron los padres y madres de la Comunidad, fue organizarse para vigilar el interior y el contorno del edificio, establecieron turnos de ronda y puntos de observación, la misión era garantizar el aislamiento.

Más tarde acordaron salir a hacer las compras de forma conjunta. Pero en seguida llegaron a la conclusión que era muy difícil ponerse de acuerdo. Así que, alguien contactó con un almacén de distribución para que nos trajera al edificio todo lo que necesitábamos. Cada casa haría un pedido y luego se recogería en el sótano del garaje.

Todo esto lo sé por qué mi hermano y yo se lo oímos a mi padre y a mi madre.

Vivíamos aislados siguiendo las órdenes del Gobierno, en nuestra colmena, para evitar que el virus nos infectara, pero también para evitar problemas, sobre todo a raíz de que la policía se encerró en sus comisarías y el ejército en sus cuarteles. Era una urbanización cerrada con inmensos jardines, piscina y dos pistas de tenis, en cuyo centro se elevaba el edificio de diez plantas donde vivíamos en apartamentos de entre 150 y 300 m2, muy apetitosos para los cacos. 

Eso duró hasta que alguien perdió el control de sí mismo y comenzó a dar problemas, los demás vecinos se reunieron. Los niños no sabíamos qué pasaba, solo que al vecino no se le volvió a ver nunca más.

Después de la desaparición, nada volvió a ser igual. Mi padre nos contaba que el ambiente había cambiado, la gente estaba tensa. Las rondas se habían doblado pues se detectó un intento de asalto a través del garaje. Y alguien dijo que un individuo había saltado la verja en algún punto, pero como no se encontró a nadie, no se pudo certificar. 


ESCONDITE

Leí en algún lugar que, tras la guerra de España, para no ser encontrados, algunos tipos se escondieron en lugares insólitos como dobles paredes, cuevas, etc. construidos en sus propias casas. Así que decidimos hacer algo parecido. 

Era pensando en mi, pues, aunque la enfermedad que yo tenía no estaba relacionada con el virus, sino que era una inmunodeficiencia congénita, a partir de la alarma de contagio, los vecinos no dejaban que sus hijos jugaran conmigo, ni les gustaba verme subiendo y bajando al jardín. Alguien en el edificio se dedicó a difundir el bulo de que mis padres escondían a su hijo enfermo en vez de llevarle al hospital. Así que hubo que intentar ocultarme. 

Mi padre era médico e investigador científico y trabajaba en un organismo del Estado al respecto. Él me explicó que yo era un privilegiado, pues había generado los anticuerpos correspondientes, pero en este momento, no tenía dónde dirigirse conmigo, pues todo lo administrativo que él conocía en el país, había desaparecido por la plaga. Lo último que hizo fue precisamente, analizar mi sangre en el laboratorio y llegar a esa conclusión. Intentó contactar con alguien de la OMS, pero no lo consiguió.

Así que un día, mis padres dijeron a los vecinos que me llevaban al hospital y salí a la vista de todos, pero cuando nos alejamos, detuvo el vehículo y me ocultó en el maletero; esa noche, con mucho cuidado, me subió a nuestro apartamento desde el garaje.

El escondite estaba oculto en mi habitación. Por alguna razón el arquitecto que diseñó el apartamento había dejado una profundidad inusual en el armario empotrado, tal vez quiso hacer un pequeño vestidor, el caso es que el fondo era de algo más de 1 metro. Mi padre había hecho construir una falsa pared longitudinal a la mitad, con lo cual aún quedaba un buen hueco en vano, al que accedía a través de una pequeña puerta disimulada en el fondo. Un medio metro que para mi era suficiente para tumbarme y tener algunas pertenencias conmigo. Mi madre, desde entonces, nunca abandonaría el apartamento si estábamos solos. 

Por mi parte, debía meterme en el escondite en cuanto llegaba a casa alguien desconocido. 



@ by Santiago Navas Fernández

Posdata: sí, lo que ves abajo de los rascacielos, al otro lado de la vacía carretera, es lo que parece.

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