lunes, 20 de enero de 2020

Un hervido en el camino




"Habían llegado hasta el final del túnel recorrido anteriormente, hasta la habitación de donde habían rescatado a la madre y la hija, ante ellos una puerta de seguridad que conectaba con los ramales que discurrían por la zona exterior al edifico de Madre y que conectaban con las áreas donde todo el horror había comenzado, según habían visto en los vídeos. Carvallino introdujo la clave necesaria para que se abriese esa puerta. El Cabo se asomó tímidamente. 
– ¡Curioso! –descubrió una especie de llave junto a la pared, podría tratarse simplemente de un conmutador, alumbró con su linterna, mientras sus dos compañeros mantenían las suyas al frente, el haz de luz se perdía en la oscuridad sin que nada se interpusiera. 
Pegado al cielo de la bóveda, apenas a 2 metros y medio de altura sobre el suelo, algo brillaba, tocó el conmutador y, efectivamente, una mortecina luz comenzó a iluminar el pasadizo sin llegar a cubrir los apenas dos metros de ancho. 
A diferencia de los túneles de dentro del perímetro del edificio, cuyas paredes parecían hormigón armado, áspero, gris y frío; estas nuevas galerías que se abrían a su vista eran de ladrillo llagueado, aparentemente uniformes en sus medidas, como si hubieran sido enterradas después de haber sido construidas. A media altura corría por ellas una serie de tubos ensambladas con agarraderas a la pared, en lo que debían ser conductos de algún tipo, igualmente otra tubería mucho más pequeña, presumiblemente distribuía la corriente eléctrica a las luces que disfrutaban ahora. Y por el suelo una pequeña reguera posibilitaba que la destilación de lluvias o de la humedad que se filtrase por las paredes corriese sin encharcar el suelo.
La luz se fue haciendo más fuerte a medida que se calentaban las bombillas, hasta que fue suficiente para prescindir de las linternas. Anduvieron varios metros sin oír más que sus propios pasos, si allí había seres atacantes como los que habían visto arriba, debían haberse sorprendido por la luz, cualquier ruido les atraería. Daba igual si aparecían como si no, su misión era pasar por encima de lo que quiera que se encontrasen.
Así fue, ante ellos, ocupando todo lo ancho del pasillo, apareció una figura obesa vestida con camisa blanca y pantalón a rayas hecho jirones del que asomaba una pierna totalmente descarnada. Muy posiblemente se trataba de un cocinero proveniente de la cercana cocina en el edificio del comedor, de los que, cuando se produjo el ataque, no se dieron cuenta de lo que pasaba porque estaban ocupados en su tarea y con los ruidos propios que les rodeaban, no se enteraron hasta que los propios comensales entraron en tromba en las cocinas, perseguidos por los horribles seres.

.../..."


Del capítulo "Un hervido en el camino". Hipófisis Z (isla) Edición 2019.

@ by Santiago Navas Fernández