sábado, 11 de julio de 2020

EL OSARIO (un cuento fantástico)


 

DESCUBREN POR CASUALIDAD, UN OSARIO EN ALDEALAGUILA

Según relata la Guardia Civil, un osario de restos animales y humanos, ha aparecido en la olvidada aldea ganadera, durante la excursión de unos senderistas. El proceso de investigación está abierto.” La Provincia.

 

CONTINUA EL MISTERIO EN ALDELAGUILA. Según nuestro corresponsal, se trata de un osario donde los ganaderos de la zona despeñaban los animales que morían y las aves carroñeras acudían a devorarlos, de esta forma evitaban ataques contra sus rebaños.” El Correo Industrial.

 

 

“ACLARADO EL MISTERIO DE ALDEALAGUILA, TODO FUE UN ERROR, DICE LA AUTORIDAD

Según nota hecha pública esta mañana, los huesos humanos encontrados en el osario de Aldealáguila, proceden del viejo cementerio. Por un error humano, una vez levantados, fueron arrojados allí, cuando debían haber sido trasladados a su nuevo emplazamiento, en la cabeza de partido situada a tan solo 25 Km. En su lugar, sigue diciendo la nota, lo que se podía haber arrojado al osario, eran los restos no humanos del cementerio desmantelado”. El Sol

 

Argimiro no hablaba con ningún otro preso. Argimiro no estaba acostumbrado a la gente y menos a aquella. Él, desde que se quedó sólo en la aldea al cuidado del ganado, se escondía cuando veía venir gente. Su casa no parecía más habitada que las otras, así que pasaba desapercibida a los visitantes. En realidad, vivía arriba de la sierra, en un cuarto que se había habilitado junto al tenado grande, para estar más al cuidado de los rebaños. Cuando no eran lobos, eran buitres, pero siempre tenía alguna amenaza que combatir, así que guardaba cada noche bajo techo a sus animales, en un corral enorme, de tejado bajo hecho con postes y vigas de madera y tejas viejas de las casas abandonadas. Pensaba que así, el musgo que recubría la gastada arcilla hacía que parecieran rocas a vista de pájaro. Y los perros avisaban si se acercaba el lobo.

 

Argimiro veía llegar a los excursionistas, cómo se preparaban, miraban a la montaña, recorrían los senderos, a veces dejando sus recuerdos tirados entre los matojos. Recorrían el valle, pero raramente algunos subían hasta su altura. Esos días, siempre en domingo, Argimiro no sacaba a los animales, como mucho los dejaba pasear por el cercado descubierto, los echaba hierba que tenía recogida y almacenada en el pajar. Luego, al día siguiente, el ganado se mostraba inquieto al pasar por los senderos y detectar el olor de la gente. A los animales no les gustaba su presencia, así que a él tampoco.

 

Un día apareció un caminante con su mochila, sus botas y su bastón, cuando él ya había sacado al rebaño. Los perros ladraron fuerte. Argimiro estaba preocupado porque hacía tiempo que los buitres le rondaban el ganado, se ve que no encontraban qué comer y sus animales les atraían. No se lo pensó. Cuando el desconocido le abordó con su estúpida sonrisa, con su ropa casi nueva y bastante más limpia que la suya, con las gafas y un montón de trastos que llevaría, Argimiro agarro el cayado hecho por su abuelo y le golpeó con todas sus fuerzas en la cabeza. El hombre le miró sorprendido mientras un líquido rojo le comenzaba a manar, Argimiro volvió a golpear y el pobre cayó redondo al suelo. El pastor tomó su pieza y la arrastró hasta el borde el osario donde arrojaba a los animales enfermos o moribundos y lanzó el cuerpo sangrante y aún moviéndose del excursionista. Visto y no visto, las aves se lanzaron a su caza por el terraplén.

 

Argimiro otro día vio una pareja de jovencitos que llegaban hasta el valle, hacía rato que se movía con sus animales en la media ladera de enfrente. Observó lo que hacían. Ella tenía unos rizos rubios muy lindos, él era de pelo castaño y muy delgado. Vio cómo se enzarzaban el uno con el otro, se desnudaban y allí mismo daban satisfacción a sus cuerpos. Argimiro dejó el rebaño al cuidado de los perros y se acercó sigiloso, ambos estaban en un duermevela, ni se enteraron de lo que pasaba. Pero sus cuerpos, con más esfuerzo para subirlos hasta la cima donde estaba el osario, fueron arrojados igualmente para disfrute de las aves. Primero el del chico, el de ella se lo quedó unos días, ya lo arrojaría más adelante, pensando que así las carroñeras se olvidarían durante más tiempo de perseguir a su ganado.

 

Desde aquel momento, Argimiro se acostumbró a esperar la llegada de incautos solitarios a los que llevarse al osario. Cuando venían grupos, él se escondía. Con todo, consiguió que, durante mucho tiempo, las carroñeras no atacaran su ganado. Una vez al mes bajaba al partido judicial con sus productos, que le compraba un tratante del pueblo.

 

- Argimiro ¿no estás muy solo allá arriba?

 

Y él no contestaba, tan sólo se reía. Ese tratante fue el que les dio la pista a la Guardia Civil. Cuando ésta accedió a la choza junto al tenado, se quedaron atónitos. Argimiro mantenía ordenadas por las paredes, la cabeza de algunas de las mujeres o jovencitas que habían caído en sus garras, las tenía allí, ante él, unas más decrépitas, otras menos. Eran su compañía, cuando volvía cada noche o los días que pasaba encerrado por el mal tiempo, ellas le hablaban y él las contestaba, y viceversa. Se había hecho con un harén que le era totalmente fiel, que nunca le abandonaría y, al parecer, alguna incluso la consideraba su novia principal.

 

La Guardia Civil consiguió ocultar la historia a la prensa, pero a los familiares que habían denunciado las desapariciones, le tuvo que contar la verdad y entregar los restos para que los analizaran y a cada cual le devolvieran los huesos de su tío, de su padre, de su hija, de su hermana o de su madre. Que en años que Argimiro vivió así, acumuló crímenes suficientes como para ganarse la cadena perpetua que ahora penaba.



@ 2020 by Santiago Navas Fernández



P.D.- Supongamos que Argimiro se hubiera encontrado con algún zombificado del que se hubiera contaminado al manejarle, supongamos que dado su estilo de vida, el mal se hubiera desarrollado en su interior lentamente, hasta que ya dentro de la cárcel se hubiera convertido. A partir de ahí, la expansión hubiera provocado la pandemia en ese recinto. Pensarlo ¡puede ocurrir!

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario