jueves, 3 de febrero de 2022

LA CAJA


 

De repente apareció un día ante ellos, era una caja de galletas, vulgar, monda y lironda, sin embargo su color, su forma, un cierto brillo, el aroma que emanaba la convertía en algo singular.

 

¿Quién la había dejado allí?. Uno por uno todos los miembros de la familia negaron. El padre intentó acercarse, pero un fuerte dolor de cabeza y una invisible fuerza se lo impidió.

 

El perro ladraba y tuvieron que llevárselo, pues, incapaz de acercarse, lo intentaba y cuanto más lo hacía más crecía su estado de histerismo.

 

Llamaron a un vecino dueño de una tienda de alimentación, pero desconocía hasta la marca de las galletas, cuyo emblema destellaba desde el centro del salón, con un brillo que cada vez se hacía más intenso.

 

Acudió el vecino manitas con sus herramientas, pero le fue imposible acercarse. Un martillo que le arrojó rebotó como si fuera una pelota de goma, golpeándole en la rodilla con increíble fuerza al regresar.

 

Llamaron a la policía, que al principio les quiso multar por tomarles el pelo, pero cuando intentaron coger la caja, no consiguieron ni acercarse. Uno de ellos sacó su arma, pero no pudo disparar, era incapaz de apretar el gatillo. Llegaron también los bomberos, arrojaron espuma y agua alternativamente, luego uno intentó golpearla con el hacha, pero fue incapaz de acercarla a menos de un metro. 

 

La noticia corrió como la pólvora y se presentaron televisiones, radio, prensa escrita. La familia tuvo que pedir protección porque todos pedían una entrevista.

 

Los vecinos se quejaron de las múltiples molestias, aunque en realidad lo que sentían era pánico. Pero nadie conseguía acercarse a la Caja. Vinieron del CNI unos hombres de bata blanca, tampoco pudieron acercarse a menos de un metro

 

Primero fue el padre el que cayó enfermo, luego la madre y más tarde los hijos. Las autoridades sanitarias decidieron, a la vista de lo ocurrido, precintar el edificio con la familia dentro. La prensa se retiró, ya no había peticiones de entrevistas, ni fotógrafos, ni micrófonos.

 

El Gobierno realizó unas contundentes declaraciones. El Juez Presidente del Tribunal Supremos ordenó el secreto del sumario que comenzó a incoarse. El ejército acordonó el lugar y se cortaron las comunicaciones con el interior de la casa, la familia quedó prisionera dentro de su hogar.

 

El tiempo ha pasado y todo sigue igual. Por encima de los muros que rodean el patio se escucha al perro aullar, nada más. Un brillo cegador se desparrama por los cuatro costados del edificio y lanza su potencia por encima de la ciudad, como un faro atemporal. 


Una nueva religión ha nacido y sus fieles, cada día más numerosos, se reúnen en el parque frente a la casa. En el pecho llevan cosida una "galleta" en forma de caja de galletas y rezan, en silencio, mientras sus cabezas se van alargando y redondeando, y los que no rezan porque no son creyentes, se van cubriendo de pelo por cara y manos.



@ 2021 by Santiago Navas Fernández

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