Al día siguiente salimos del escondite mi hermano y yo. Recorrimos el piso, pero no encontramos a mis padres. La puerta estaba abierta, parecía como si hubieran intentado forzarla desde fuera. En el descansillo había restos de sangre, nos asomamos al hueco de las escaleras, abajo había algo, pero no podíamos distinguir qué. El silencio lo inundaba todo, hasta que de repente oímos en algún piso superior, órdenes, gritos, golpes y luego disparos.
Nos asustamos tanto que salimos corriendo y nos ocultamos en el piso, cerramos la puerta con mucho cuidado de no hacer ruido y nos paramos a escuchar detrás. Oímos voces, gente bajando los escalones, reconocimos alguna que otra, pero por lo que decían decidimos que lo mejor era guardar silencio a la espera de que regresaran nuestros padres. Era extraño, porque nunca se ausentaban ambos a la vez, siempre uno permanecía en el piso.
El grupo pasó de largo sin detenerse. Iban comentando a grandes voces lo que había sucedido y golpeando las paredes. No nos atrevimos a salir, el miedo se apoderó de nosotros. Llegó la noche, estábamos solos, sin hablar, no podíamos o no queríamos hacerlo para no confesar nuestro miedo, la angustia nos dominaba. No probamos a encender la luz siquiera, no comimos, solo bebimos agua, como nos habían enseñado mis padres a hacer, había que estar hidratados. Tampoco nos atrevimos a movernos mucho para no hacer ruido, así que nos tumbamos en el gran sofá del salón y nos cubrimos con la manta de ver la tele, cuando la hubo. Y poco a poco nos quedamos dormidos. Estábamos solos, muy solos, pero aún no lo sabíamos.
INVASION
Sentimos un fuerte golpe en la puerta, luego otro y otro más, estaban tratando de tirarla abajo. Nos levantamos temblando y salimos al pasillo con la esperanza de que fueran nuestros padres, pero no podían ser ellos. Mi hermano me mandó ocultarme en el hueco secreto del armario y él se dirigió a abrir el pestillo de la puerta. Lo sé porque me quedé mirando desde el salón, a través de la rendija que forma con el marco, en dirección a la entrada. En cuanto mi hermano los abrió, accedieron unos hombres armados y sucios, detrás de ellos apareció el vecino que había desaparecido hacía tiempo, parecía ser “el jefe”.
Se llevaron a mi hermano con ellos. En cuanto a mi, no me vieron, con lo cual no me buscaron, ni siquiera sé si ese vecino conocía de mi existencia. El caso es que corrí a esconderme donde debía estar. Por alguna razón no recorrieron el piso, no lo saquearon, como hubiera sido lo esperable. Tal vez, pensé, el vecino sí sabía de mi enfermedad y no quiso adentrarse en el apartamento por si estaba contagiado, pero ¿por qué se llevaron a mi hermano? ¿por qué entraron?
Así que me quedé solo en un inmenso silencio. Pero no podía quedarme así, sin saber por qué. Al cabo de un rato y con mucho sigilo abandoné mi encierro y me moví muy lentamente hacia la entrada, parándome a escuchar los mil ruidos y susurros que llegaban hasta mi. Bajaron, eso estaba claro. Se habían dejado la puerta abierta. Me asomé con infinita cautela y los sentí hablar algunos pisos más abajo, adiviné que se paraban en los descansillos y entraban en los pisos, para saquearlos seguramente.
Oí también el grito de algún vecino que oculto en su apartamento, había sido descubierto. Su voz, más bien un alarido de pánico, se perdía por el hueco de la escalera alejándose rápidamente. Mi mundo estaba en pleno debacle y yo no lo sabía. La selección natural de los más fuertes había comenzado y yo estaba solo. Verdaderamente solo.
@ by Santiago Navas Fernández
P.D.- No es la capital de su país, pero lo fue durante mucho tiempo y tiene playas y barrios muy típicos "coloniales". Mañana te diré qué idioma es el oficial.
P.D.- No es la capital de su país, pero lo fue durante mucho tiempo y tiene playas y barrios muy típicos "coloniales". Mañana te diré qué idioma es el oficial.