EL HUECO
¿Qué hace quien se queda así, en soledad? ¿qué hacer cuando por la noche, en total oscuridad, escuchas crujir la madera como si alguien estuviera recorriendo en silencio tu piso para robarte la vida? Algo debía hacer, reaccionar, buscar a mi hermano, a mis padres. Un escalofrío recorrió mi espalda.
Me decidí y un par de días después, descendí lentamente los pisos revisando uno a uno, me detenía en la puerta a escuchar cada susurro, pero sin entrar. Todo era silencio, si algún ruido con sentido humano me llegaba era tan lejano que fácilmente se comprendía que venía del exterior.
Seguí bajando muy despacito. Todo estaba abandonado, las puertas habían sido destrozadas para entrar, pues estaban concienzudamente cerradas, no como la nuestra, que solo tenía el pasador y apenas estaba rota porque para eso mi hermano la abrió a tiempo. Se reconocían indicios de pelea, había manchas de sangre y abajo del hueco, cuerpos amontonados. Yo no lo sabía, pero al final me di cuenta, habían sido arrojados desde lo alto. Allí amontonados reconocí a varios vecinos, a varios amigos y… a mis padres.
De mi hermano no encontré rastro.
Subí envuelto en lágrimas sin darme cuenta de nada y me dejé caer en el sofá, donde al cabo de unas horas, lo sé porque lo último que recuerdo es que anochecía, me quedé dormido.
PAISAJE
Estuve un par de días sumido en una especie de nebulosa que me impedía moverme, temí que fuera la enfermedad que se había activado e iba a acabar conmigo. Casi no podía ni moverme, no comí, sólo bebí agua de la botella que mi hermano había dejado allí mismo. Estaba a la mitad, pero me fue suficiente.
Volví a bajar, pero esta vez ya sabía lo que me iba a encontrar. Recorrí el portal aprovechando que desde la calle no se me vería. Obviamente no estaba cerrado, pero sí lo estaba la verja exterior, con un poco de suerte, nadie iba a entrar. Entorné la puerta muy despacio. Me fijé en la de subida del garaje, cerré la puerta y eché el cerrojo interior, al menos por ese lado no entrarían. No quise mirar el montón de cadáveres en el hueco, ya comenzaban a destilar su pestilente olor. Era una situación muy cruel para mi, allí estaban mis padres y los padres de mis amigos, entre otros vecinos, tal vez hasta mis propios compañeros de juegos, desde luego no lo iba a comprobar ¿Y de mi hermano qué?
Estuve un rato pensando, tratando de comprender lo que había pasado, especulando con su paradero. Observaba los cadáveres pero no veía sus caras, no podía hacerlo. Hasta que un instinto interior me devolvió a la realidad y me decidí a subir a casa de nuevo.
Aproveché para recorrer los pisos y ver si había algo que me sirviera. Reconocí los apartamentos de mis amigos, sus habitaciones que conocía de ir a jugar con ellos antes de que me rechazara la Comunidad y tuviese que ocultarme. Reconocí sus juguetes. Pero también entré en otras que no conocía. Todo estaba roto y tirado por el suelo, no sé lo que irían buscando aquellos hombres, pero seguro que era cualquier cosa de valor.
Después decidí subir a la azotea. El espectáculo era increíble. La ciudad ardía por el centro, al fondo, también por donde estaban los polígonos y por los barrios de las chabolas. Había explosiones y más fuegos aquí y allá. Recorrí el perímetro de la azotea observando el contorno de la urbanización, la reja se mantenía en su lugar e incluso pude ver que estaba cerrada en todas sus puertas. Quizá el vecino que abanderaba a los que se llevaron a mi hermano, la cerró con el secreto instinto de que un día pudiera necesitar un refugio. Los demás edificios habían sido saqueados igualmente, las ventanas de cristales rotos demostraban la violencia sufrida.
@ by Santiago Navas Fernández
P.D.- No, no es Río de Janeiro, aunque sí hablan el portugués. El gentilicio de sus habitantes es soteropolitano (no vale usar google para encontrarlo ¿eh?)