Me desperté por el estruendo. Estaba durmiendo entonces en la planta segunda, en el apartamento de mi amiga desaparecida, pensé que ya no necesitaba tanto aislamiento como tenía tras la falsa pared de mi habitación, así que me bajé al suyo. Y por eso oí el retumbar de los golpes contra la puerta del portal, los motores que recordaban a vehículos, recorriendo la avenida. Fuertes pisadas, como de un ejército desfilando, o quizá mejor corriendo, a las órdenes de un sargento de voz potente, rodeados de cánticos de ánimo. Creí que era un sueño y abrí los ojos, pero enseguida noté la vibración del suelo, el silencio se había roto, apenas recordaba tanto ruido, que era normal cuando el mundo era mundo, pero hacía tantos años, que ya no podía ni acordarme, de hecho, entonces no tenía pelo en la cara y ahora una barba nutrida la cubría.
Tuve miedo. Me quedé quieto escuchando, no podía asomarme, ni siquiera a la escalera hasta no estar seguro de que no habían entrado en el edifico. Pasaron los minutos y los golpes en la puerta de la calle pararon, se oyeron voces que eran órdenes dadas con contundencia, alejándose un poco. Era el momento. Puse mi oreja pegada a la puerta, nada parecía ocurrir en la escalera, aguanté casi media hora y abrí muy despacio, sin hacer ruido... ¡nada! no se oía nada. Me asomé a la barandilla, el hueco estaba en silencio y a media luz, sólo con la que entraba de las ventanas, no se veían restos de ningún desperfecto, ni cristales, ni maderas. Quizá se habían marchado sin entrar. Debía comprobarlo pero con la máxima cautela, porque sí me llegaba ruido desde la calle, aunque más diluido.
Bajé muy lentamente, extremando las precauciones. Desde el portal podía ver la puerta de entrada al condominio. Sin duda habían tratado de forzarla a base de golpes, pero no lo habían conseguido, eso era buena señal. Y por el garaje era prácticamente imposible entrar, en cualquier caso, ahí había una puerta que lo aislaba por unas escaleras estrechas, sería difícil que lo consiguieran y además, la había asegurado para que fuera inexpugnable. No, por el garaje no podía llegarme ninguna amenaza. Pero tenía que saber qué había ocurrido, así que me encaminé hacia la azotea, desde ahí podría ver sin ser visto.
Obvio decir que los huecos de los ascensores estaban vanos, pues los elevadores no tenían corriente y, en cualquier caso, me había asegurado que si la recibieran por un milagro, no funcionaran. Así que subí la torre de apartamentos a patita, lo había hecho muchas veces, no me importaba una más. Cuando llegué al final, abrí la puerta con mucho sigilo, todas las precauciones son pocas cuando has vivido aislado durante años y sin ver a ningún ser humano, ni restos ni pista de ellos. Los grandes recipientes que tenía en la azotea para recoger el agua de lluvia, me cubrían de cualquier mirada desde otras torres. Los había instalado hacía años, además de usar el agua para aseo y para mi consumo, tras un proceso de purificación mediante filtros y evaporaciones, había convertido los dos apartamentos de la última planta, en un campo de cultivo interior, una especie de invernadero, donde caía el agua de dichos contenedores. Con eso había conseguido comida fresca, recogiendo semillas, almacenándolas y cultivándolas poco a poco. Resultó que el vecino del quinto era ingeniero agrónomo y tenía multitud de vídeos, libros y un amplio semillero en su apartamento.
Salí a la azotea entre los grandes recipientes dichos y al final de un camino sinuoso, encontré la red que usaba para cazar algunos pájaros. Tardé en tejerla y la debía de reparar de vez en cuando, pero gracias a las semillas que depositaba en su interior, algunos pájaros acudían a comer y entonces se quedaban atrapados, cada dos días subía y los cogía, era otra fuente de alimentación fresca y natural. Y así, pude espaciar las viandas del congelador de la familia de mi amiga, en el sótano, aún quedaba gasolina para el motor del refrigerador.
Se oía el ruido de motores, los gritos y las pisadas sobre el asfalto agrietado. Me asomé con precaución extrema. Un ejército no demasiado numeroso pero bien pertrechado, se movía por la calle, que tenían ocupada y bloqueada. Dos tanques, uno a cada extremo, vigilaban lo que pudiera venir, mientras un buen número de soldados recorrían con sus miradas los edificios colindantes y las calles adyacentes. Otros se esforzaban por encontrar un portal en el que entrar, debían ser los mismos que habrían estado en el mío, intentando forzarlo. Ahora habían buscado algo más asequible ¡seguro! Y lo lograron, un portal de uno de los edificios de enfrente cedió a su fuerza y penetraron dentro a gritos, disparando, corriendo hacia arriba, por lo que pude adivinar a través de los sonidos que me llegaban.
Media hora después salían y se dirigían hacia un vehículo negro que estaba protegido en el centro de la calle. Tras hacer el saludo militar, descendió un hombre que recibió el mensaje que un soldado le transmitía. Supongo que le informaba que estaba todo en orden y despejado, porque asintió el civil y le siguió hacia el interior. Entonces otro comenzó a dar berridos señalando a camiones cubiertos hacia los que se dirigieron varios soldados sin armamento. Los abrieron y pude ver cómo comenzaban a descargar material protegido y cajas que fueron llevando al interior del edificio. Al cabo de un buen rato, sacaron un panel muy largo que acabaron colgando sobre la puerta "CUARTEL GENERAL. NUEVO MUNDO S.A." Por lo que yo recordaba, "SA" lo había visto siempre tras el nombre de empresas y fábricas, lo demás sí me cuadraba, pues indudablemente se trataba de un Ejército y el uniforme me era de sobra conocido, el Nacional.
Si iban a establecerse, como parecía, frente a mi refugio, debía ser cauto. Así que retiré la red de caza, pero los contenedores de agua no podía, tendría que dejarlos confiando que pasaran desapercibidos a los soldados que, a buen seguro, pronto alcanzarían la azotea para otear al resto del barrio desde allí. Así que me oculté. Efectivamente no tardaron demasiado en aparecer fusil en mano, no podían verme, pero aún así tuve miedo ¿qué pasaría si me descubrían? ¿eran un ejército nacional o eran una banda de criminales armados?
Durante varios días los observé trabajar, intentaba adivinar lo que hacían tras los cristales. Procuraba situarme en cualquier planta y desde allí mirar lo más oculto posible. Lo tenían todo ocupado. Al cabo de dos semanas instalaron en la azotea defensas con sacos y metralletas y en el centro de todo ello, una gran antena. En días sucesivos instalaron otras menores. Por las noches iluminaban el edificio, no sé de qué forma, pero tras las ventanas se veía a los soldados moverse. Vi al civil asomarse a las ventanas desde una especie de despacho, debía ser el mandamás. Ví a los soldados divertirse y emborracharse, también los vi vigilar mirando hacia todos los sitios a su alrededor. Así permanecimos más de un mes, yo les espiaba y ellos no sabían que yo existía.
Observando la antena me acordé que tenía una radio por algún sitio, además de los televisores, pero esos era más difíciles hacerles funcionar, además de peligroso, pero un transistor de esos pequeños, con algunas pilas de las que aún quedaban ¡milagrosamente! Al principio lo usaba casi todos los días, subía a la azotea y lo ponía en funcionamiento, movía el dial para un lado y otro, muy lentamente, por si salía alguna señal, pero jamás conseguí algo que pudiera ilusionarme. Supuse que si habían instalado una antena, era porque podían emitir señales radiofónicas, así que me predispuse a escucharles, a través de ellas, tal vez pudiera saber quiénes eran en realidad.
Aquella mañana, tras comer algo, conecté el aparato, parecía que no iba a funcionar, tal vez las pilas se habían descargado, pero al fin el piloto se encendió. Recorrí el dial lentamente, nada conseguí, volví a intentarlo ahora en sentido inverso. De repente el aparato carraspeó, algo había. Con mucho cuidado fui moviendo el mando hasta llegar a la señal y entonces subí lentamente el volumen... era una grabación que repetía una vez tras otra:
"¡Ciudadanos! Aquí Radio Nuevo Mundo, transmitiendo para toda la Nación y el Mundo entero. Somos los supervivientes del Ejército Nacional, tenemos armas y suministros y estamos creando un espacio seguro en el barrio de Ciudad Bahía, de la capital, aquí os esperamos, venid todos los sanos y todos los justos, abstenerse los delincuentes, pues seréis castigados como merecéis: la muerte. ¡Ciudadanos supervivientes de esta hecatombe! el Ejército Nacional ha fundado Nuevo Mundo S.A. que con el Presidente a su cabeza, quiere recomponer la vieja Nación y el Mundo. Si estás sano, si necesitas ayuda, si quieres un nuevo futuro, acude al barrio de Ciudad Bahía, en la capital de la Nación, te esperamos. Juntos podremos construir el nuevo orden. Nuevo Mundo S.A., no te olvides"
No pude parar de escucharlo una y otra vez, no sé las horas que estuve ¿qué tipo de mensaje era ese?
@ 2020, by Santiago Navas Fernández