Mostrando entradas con la etiqueta #santiagonavasfernandez. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta #santiagonavasfernandez. Mostrar todas las entradas

miércoles, 1 de abril de 2020

SORPRESA III (un cuento apocalíptico en 5 entregas)



SOLOS 

Al día siguiente salimos del escondite mi hermano y yo. Recorrimos el piso, pero no encontramos a mis padres. La puerta estaba abierta, parecía como si hubieran intentado forzarla desde fuera. En el descansillo había restos de sangre, nos asomamos al hueco de las escaleras, abajo había algo, pero no podíamos distinguir qué. El silencio lo inundaba todo, hasta que de repente oímos en algún piso superior, órdenes, gritos, golpes y luego disparos.

Nos asustamos tanto que salimos corriendo y nos ocultamos en el piso, cerramos la puerta con mucho cuidado de no hacer ruido y nos paramos a escuchar detrás. Oímos voces, gente bajando los escalones, reconocimos alguna que otra, pero por lo que decían decidimos que lo mejor era guardar silencio a la espera de que regresaran nuestros padres. Era extraño, porque nunca se ausentaban ambos a la vez, siempre uno permanecía en el piso.

El grupo pasó de largo sin detenerse. Iban comentando a grandes voces lo que había sucedido y golpeando las paredes. No nos atrevimos a salir, el miedo se apoderó de nosotros. Llegó la noche, estábamos solos, sin hablar, no podíamos o no queríamos hacerlo para no confesar nuestro miedo, la angustia nos dominaba. No probamos a encender la luz siquiera, no comimos, solo bebimos agua, como nos habían enseñado mis padres a hacer, había que estar hidratados. Tampoco nos atrevimos a movernos mucho para no hacer ruido, así que nos tumbamos en el gran sofá del salón y nos cubrimos con la manta de ver la tele, cuando la hubo. Y poco a poco nos quedamos dormidos. Estábamos solos, muy solos, pero aún no lo sabíamos.


INVASION

Sentimos un fuerte golpe en la puerta, luego otro y otro más, estaban tratando de tirarla abajo. Nos levantamos temblando y salimos al pasillo con la esperanza de que fueran nuestros padres, pero no podían ser ellos. Mi hermano me mandó ocultarme en el hueco secreto del armario y él se dirigió a abrir el pestillo de la puerta. Lo sé porque me quedé mirando desde el salón, a través de la rendija que forma con el marco, en dirección a la entrada. En cuanto mi hermano los abrió, accedieron unos hombres armados y sucios, detrás de ellos apareció el vecino que había desaparecido hacía tiempo, parecía ser “el jefe”.

Se llevaron a mi hermano con ellos. En cuanto a mi, no me vieron, con lo cual no me buscaron, ni siquiera sé si ese vecino conocía de mi existencia. El caso es que corrí a esconderme donde debía estar. Por alguna razón no recorrieron el piso, no lo saquearon, como hubiera sido lo esperable. Tal vez, pensé, el vecino sí sabía de mi enfermedad y no quiso adentrarse en el apartamento por si estaba contagiado, pero ¿por qué se llevaron a mi hermano? ¿por qué entraron?

Así que me quedé solo en un inmenso silencio. Pero no podía quedarme así, sin saber por qué. Al cabo de un rato y con mucho sigilo abandoné mi encierro y me moví muy lentamente hacia la entrada, parándome a escuchar los mil ruidos y susurros que llegaban hasta mi. Bajaron, eso estaba claro. Se habían dejado la puerta abierta. Me asomé con infinita cautela y los sentí hablar algunos pisos más abajo, adiviné que se paraban en los descansillos y entraban en los pisos, para saquearlos seguramente. 

Oí también el grito de algún vecino que oculto en su apartamento, había sido descubierto. Su voz, más bien un alarido de pánico, se perdía por el hueco de la escalera alejándose rápidamente. Mi mundo estaba en pleno debacle y yo no lo sabía. La selección natural de los más fuertes había comenzado y yo estaba solo. Verdaderamente solo.

@ by Santiago Navas Fernández

P.D.- No es la capital de su país, pero lo fue durante mucho tiempo y tiene playas y barrios muy típicos "coloniales". Mañana te diré qué idioma es el oficial.


martes, 31 de marzo de 2020

SORPRESA II (un cuento apocalíptico en 5 entregas)




DISPAROS

Un día escuchamos disparos, venían del interior del propio edificio. Ya hacía unos días que el vecindario andaba aún más revuelto. Mi padre volvía con cara muy seria de las reuniones, de la distribución de suministros y de los turnos de ronda. Habían comenzado los problemas, eso no nos lo dijo, por no inquietarnos, pero mi hermano y yo lo oímos cuando se lo contaba a mi madre. Algunos propietarios se habían quedado sin efectivo, comenzaba a fallar internet y las tarjetas no servían, así que no podíamos contar con seguir haciendo los pedidos de esa forma. En las reuniones se hablaba de que aportaran otros bienes que tuvieran en casa como garantía de pago para cuando todo pasara, pero alguien dijo que eso no podía ser, pues nadie tenía garantía de su valor real cuando pasara todo aquello, además, ¿quién iba a comprárselo?

Los que se animaron a hacerlo, ofrecían cantidades de dinero ridículas, además, sólo querían joyas, nadie aceptaba cuadros ni otros valores. Todos pensaban en la forzosa posibilidad de tener que huir y si el dinero desaparecía, el único patrón válido iba a ser el oro. Se produjeron enfrentamientos muy agrios. Entonces se decidió crear una especie de policía interior, rotatoria, claro.

Cuando mi padre volvió tras el ruido de los disparos, nos lo contó a todos: hubo un intento de robo en el almacén común. No era gente de fuera. Y un vecino había muerto a manos de otro de los que estaba de turno de guardia. Ahora tocaba organizar una especie de juicio pues se acusaba al que disparó, de tener una enemistad previa con el fallecido.

El caso es que esto marcó el inicio del caos. La gente que no tenía dinero pedía por caridad la comida, pero el coste de los productos cada vez era más elevado y resultaba difícil la solidaridad. La tele dejó de emitir todos los canales menos el gubernamental, la radio se redujo a dos o tres emisoras. Y por ellas supimos que el ejército ya no patrullaba; luego un vecino, que tenía un primo en la Comandancia, informó que habían licenciado a casi todos los militares, pues no había capacidad para pagarles; y la policía se había acuartelado o disuelto, no sabíamos. El caos estaba servido.


ALARMA

Ya no existía la policía como un cuerpo de protección y orden. El Ejército apenas funcionaba en algún lugar, pero en todo caso, era un cuerpo que ya no servía a la patria. Desde la terraza veíamos las columnas de fuego subir hacia el cielo en el centro de la ciudad, estaban asaltando las grandes galerías comerciales y los pequeños comercios. El caos se había apoderado de la ciudad. La única emisora activa ya, casi de aficionados, lo relataba. A falta de Gobierno, un grupo de militares se había hecho con el control y erigido en mandatarios.

De repente sonó la alarma del edificio. Mi padre subió corriendo al cabo de un rato, sudaba por el esfuerzo, no había ascensor desde la semana pasada pues como la luz se interrumpía, habían decidido suspenderlo para que nadie se quedara encerrado; apenas nos llegaba agua a los grifos, así que también nos fallaba la limpieza casera y la personal. 

El caso era que a un vecino se le había manifestado el brote ¿cómo lo había pillado? Quizá lo tuviera de antes y en estos días de encierro lo había estado incubando, pero lo peor es que eso significaba que teníamos el virus dentro.

El caos se había apoderado del edificio. En la reunión, varios vecinos anunciaron que se marchaban, intentarían llegar a un lugar seguro o juntarse con sus familias. Otros propusieron matar al infectado para que el virus no se expandiese, luego aislar el cuerpo o incluso quemarlo en la azotea. La discusión había sido agria, los que se iban se desentendieron, los que se quedaban, no acordaban nada. Al final dos de los más violentos se lanzaron en busca del enfermo, pero éste mientras tanto, se había largado en su vehículo por el aparcamiento.

Así que mi padre nos mandó a mi hermano y a mi encerrarnos a cal y canto en el escondite. Sé que lo hicieron para que no escucháramos la discusión que organizó con mi madre. Deberíamos habernos marchado, pero conmigo no era posible viajar, cualquiera que me descubriera, es muy probable que nos matara sólo por mi aspecto físico, a mi por supuestamente portar el virus, a mi familia por si estaba contaminada. Al final decidieron que nos quedáramos todos allí. A puerta cerrada y, sobre todo yo, oculto.


@by Santiago Navas Fernández

P.D.- Es una de las ciudades más pobladas de su país. Tiene nombre compuesto.

lunes, 30 de marzo de 2020

SORPRESA I (un cuento apocalíptico en 5 entregas)



Te propongo un juego: cinco entregas diarias de dos micro relatos cada una, que al final forman una pequeña historia apocalíptica. Por cierto ¿sabrías de dónde es la foto?, la hice yo mismo en un viaje. Podrás adivinarlo porque al final de cada entrega pondré una Pos Data con una pista.


PRINCIPIO

Todo empezó hace un tiempo, no sabría decir exactamente cuánto. Lo primero que hicieron los padres y madres de la Comunidad, fue organizarse para vigilar el interior y el contorno del edificio, establecieron turnos de ronda y puntos de observación, la misión era garantizar el aislamiento.

Más tarde acordaron salir a hacer las compras de forma conjunta. Pero en seguida llegaron a la conclusión que era muy difícil ponerse de acuerdo. Así que, alguien contactó con un almacén de distribución para que nos trajera al edificio todo lo que necesitábamos. Cada casa haría un pedido y luego se recogería en el sótano del garaje.

Todo esto lo sé por qué mi hermano y yo se lo oímos a mi padre y a mi madre.

Vivíamos aislados siguiendo las órdenes del Gobierno, en nuestra colmena, para evitar que el virus nos infectara, pero también para evitar problemas, sobre todo a raíz de que la policía se encerró en sus comisarías y el ejército en sus cuarteles. Era una urbanización cerrada con inmensos jardines, piscina y dos pistas de tenis, en cuyo centro se elevaba el edificio de diez plantas donde vivíamos en apartamentos de entre 150 y 300 m2, muy apetitosos para los cacos. 

Eso duró hasta que alguien perdió el control de sí mismo y comenzó a dar problemas, los demás vecinos se reunieron. Los niños no sabíamos qué pasaba, solo que al vecino no se le volvió a ver nunca más.

Después de la desaparición, nada volvió a ser igual. Mi padre nos contaba que el ambiente había cambiado, la gente estaba tensa. Las rondas se habían doblado pues se detectó un intento de asalto a través del garaje. Y alguien dijo que un individuo había saltado la verja en algún punto, pero como no se encontró a nadie, no se pudo certificar. 


ESCONDITE

Leí en algún lugar que, tras la guerra de España, para no ser encontrados, algunos tipos se escondieron en lugares insólitos como dobles paredes, cuevas, etc. construidos en sus propias casas. Así que decidimos hacer algo parecido. 

Era pensando en mi, pues, aunque la enfermedad que yo tenía no estaba relacionada con el virus, sino que era una inmunodeficiencia congénita, a partir de la alarma de contagio, los vecinos no dejaban que sus hijos jugaran conmigo, ni les gustaba verme subiendo y bajando al jardín. Alguien en el edificio se dedicó a difundir el bulo de que mis padres escondían a su hijo enfermo en vez de llevarle al hospital. Así que hubo que intentar ocultarme. 

Mi padre era médico e investigador científico y trabajaba en un organismo del Estado al respecto. Él me explicó que yo era un privilegiado, pues había generado los anticuerpos correspondientes, pero en este momento, no tenía dónde dirigirse conmigo, pues todo lo administrativo que él conocía en el país, había desaparecido por la plaga. Lo último que hizo fue precisamente, analizar mi sangre en el laboratorio y llegar a esa conclusión. Intentó contactar con alguien de la OMS, pero no lo consiguió.

Así que un día, mis padres dijeron a los vecinos que me llevaban al hospital y salí a la vista de todos, pero cuando nos alejamos, detuvo el vehículo y me ocultó en el maletero; esa noche, con mucho cuidado, me subió a nuestro apartamento desde el garaje.

El escondite estaba oculto en mi habitación. Por alguna razón el arquitecto que diseñó el apartamento había dejado una profundidad inusual en el armario empotrado, tal vez quiso hacer un pequeño vestidor, el caso es que el fondo era de algo más de 1 metro. Mi padre había hecho construir una falsa pared longitudinal a la mitad, con lo cual aún quedaba un buen hueco en vano, al que accedía a través de una pequeña puerta disimulada en el fondo. Un medio metro que para mi era suficiente para tumbarme y tener algunas pertenencias conmigo. Mi madre, desde entonces, nunca abandonaría el apartamento si estábamos solos. 

Por mi parte, debía meterme en el escondite en cuanto llegaba a casa alguien desconocido. 



@ by Santiago Navas Fernández

Posdata: sí, lo que ves abajo de los rascacielos, al otro lado de la vacía carretera, es lo que parece.

martes, 24 de marzo de 2020

EL HOYO




¿Puede volver don Quijote y Sancho Panza a nuestra sociedad? ¿crees en los milagros, en los fantasmas, en las apariciones?

EL HOYO es una película española de Netflix cuya base de partida es una cárcel, futurista, donde los condenados conviven de dos en dos por planta en una celdas que tan solo tienen un camastro, un lavabo y un inodoro, abiertos. En el centro se abre un gran hueco, el hoyo, única forma visible de comunicación entre celdas. Así que, de forma vertical, varios pisos albergan una siniestra penitenciaría. Y los reclusos son trasladados aleatoriamente, entre sus pisos. Lo de la comida es otro tema inquietante.

Sigue leyendo esta y otras entradas, pinchando aquí.


jueves, 19 de marzo de 2020

¿HA LLEGADO EL FIN DEL MUNDO?




Pues claro que sí. El mundo acaba cada día y vuelve a renacer al siguiente. Independientemente de lo que dicen los "terraplanistas", mientras en una zona finaliza, en otra se inicia, haciendo una ola de luces a nivel terráqueo. Un visitante del exterior que rodase una película y luego la pasara aceleradamente, podría reflejar esto que digo.

Como cualquier apasionado del "apocalismo" literario, podría estar aprovechando para escribir historias nuevas, o recuperar esos viejos proyectos del cajón de las ideas. De hecho, he de confesar, que ya tengo una mini historia escrita, llena de guiños al género más puro apocalíptico y sin mezclar zombis, vampiros, extraterrestres o cualquier otro elemento habitual. Pura destrucción sin explicar, sin poner el motivo o culpar a una raza u otra, a un gobierno mundial maligno, a una sociedad secreta o a unos laboratorios farmacéuticos decididamente inhumanos.

Ya hablaremos de esto.

Pero ahora quería referirme a ese género "apocalíptico" y destacar algunos títulos. Comenzaré por poner algunos enlaces que contienen listas de tales libros, aunque es muy fácil buscarlos por cualquiera en internet. En el lateral de este blog hay enlaces a otros sobre la temática.


Genial recopilación. Quizá "SOY LEYENDA" lo destaque por su originalidad al tratar la soledad de un superviviente, ese aspecto es el que más me impresionó, más que el terror de qué ha pasado con la humanidad. Pero como no poner en el centro "ENSAYO SOBRE LA CEGUERA" de obligada lectura aunque no te guste el género, porque sabe contar la tragedia humana, la extrema crueldad a la que podemos llegar en un momento de extremas condiciones, pero también la generosidad que puede surgir; creo que si lo empiezas, no podrás dejar de leerlo. "LA CARRETERA" es otro de esos libros donde podrás adentrar en el interior de la soledad del hombre condenado a la extinción, el instinto de supervivencia y de protección. En fin, en el enlace encontrarás motivos para leer todos y cada uno de dichos libros.

Quiero destacar que no hablo de películas. Y no es que esté en contra de las versiones filmadas, no, pero creo que la lectura te da una dimensión imaginativa que el cine te resuelve sin tanto esfuerzo. Así que, primero el libro y luego la película, puede ser una combinación, para quien le guste, perfecta. Es verdad que al cine le debemos el conocimiento de tantas obras literarias. Y yo mismo he de confesar que vía "SOY LEYENDA" antes de leerla, pero prefiero la versión escrita, lo siento. No es precisamente por los actores, claro.


En este podemos encontrar 9 títulos muy interesantes. Comienza la relación por "EL CUENTO DE LA CRIADA", espectacular, acongojante (no me cambien de orden las letras, aunque valdría el adjetivo), la verdad es que cuando conocí de su existencia, me dio hasta miedo, lo vi demasiado real, lo siento. "FARHENHEIT 541" tampoco es un hecho tan fantástico, igual que "1984", el gran hermano que todo lo ve. Ambos son de ese género que se confunde con la realidad, pues algunos aspectos los hemos vivido en situaciones políticas y sociales concretas, a través de guerras, de dictaduras... Hay un nexo que une a algunas de estas obras y que es ese punto de realidad, de ficción ilustrada en hechos ciertos. 


24, nada menos, 24 libros en los que hay pocas coincidencias con las anteriores listas. Libros de supervivencia por que, en definitiva, nos gusta dejar la puerta abierta, no acabar totalmente con todo. Cuando no, resolverlo, pero siempre con la premisa del "¿qué pasaría si...?". Nos gusta el planteamiento, poner al protagonista en la encrucijada y soltarle a ver qué hace, cómo se desarrolla. O al grupo, las reacciones de los tipos básicos: el violento, el miedoso, el traidor, el egoísta, el líder desconocido, el práctico... En realidad, el género es sólo eso, especulación, observación de una mismo, meditación "¿qué haría yo si...?" y ya estamos en camino. 

En fin, que hay mucho que leer, precisamente ahora que estamos inmersos en esta crisis mundial, porque como dijo un poeta "antes de que se inventaran las cosas, ya las soñaron los poetas". Así que a leer, leer y leer y también a escribir, escribir y escribir.


@ by Santiago Navas Fernández

lunes, 20 de enero de 2020

Un hervido en el camino




"Habían llegado hasta el final del túnel recorrido anteriormente, hasta la habitación de donde habían rescatado a la madre y la hija, ante ellos una puerta de seguridad que conectaba con los ramales que discurrían por la zona exterior al edifico de Madre y que conectaban con las áreas donde todo el horror había comenzado, según habían visto en los vídeos. Carvallino introdujo la clave necesaria para que se abriese esa puerta. El Cabo se asomó tímidamente. 
– ¡Curioso! –descubrió una especie de llave junto a la pared, podría tratarse simplemente de un conmutador, alumbró con su linterna, mientras sus dos compañeros mantenían las suyas al frente, el haz de luz se perdía en la oscuridad sin que nada se interpusiera. 
Pegado al cielo de la bóveda, apenas a 2 metros y medio de altura sobre el suelo, algo brillaba, tocó el conmutador y, efectivamente, una mortecina luz comenzó a iluminar el pasadizo sin llegar a cubrir los apenas dos metros de ancho. 
A diferencia de los túneles de dentro del perímetro del edificio, cuyas paredes parecían hormigón armado, áspero, gris y frío; estas nuevas galerías que se abrían a su vista eran de ladrillo llagueado, aparentemente uniformes en sus medidas, como si hubieran sido enterradas después de haber sido construidas. A media altura corría por ellas una serie de tubos ensambladas con agarraderas a la pared, en lo que debían ser conductos de algún tipo, igualmente otra tubería mucho más pequeña, presumiblemente distribuía la corriente eléctrica a las luces que disfrutaban ahora. Y por el suelo una pequeña reguera posibilitaba que la destilación de lluvias o de la humedad que se filtrase por las paredes corriese sin encharcar el suelo.
La luz se fue haciendo más fuerte a medida que se calentaban las bombillas, hasta que fue suficiente para prescindir de las linternas. Anduvieron varios metros sin oír más que sus propios pasos, si allí había seres atacantes como los que habían visto arriba, debían haberse sorprendido por la luz, cualquier ruido les atraería. Daba igual si aparecían como si no, su misión era pasar por encima de lo que quiera que se encontrasen.
Así fue, ante ellos, ocupando todo lo ancho del pasillo, apareció una figura obesa vestida con camisa blanca y pantalón a rayas hecho jirones del que asomaba una pierna totalmente descarnada. Muy posiblemente se trataba de un cocinero proveniente de la cercana cocina en el edificio del comedor, de los que, cuando se produjo el ataque, no se dieron cuenta de lo que pasaba porque estaban ocupados en su tarea y con los ruidos propios que les rodeaban, no se enteraron hasta que los propios comensales entraron en tromba en las cocinas, perseguidos por los horribles seres.

.../..."


Del capítulo "Un hervido en el camino". Hipófisis Z (isla) Edición 2019.

@ by Santiago Navas Fernández

domingo, 12 de enero de 2020

PRIMERA INCURSIÓN EN LOS TÚNELES





"Con mucha precaución abrieron las puertas de debajo de la mesa y bajaron al pequeño distribuidor. El cabo Gil con los planos sobre la mesa, establecería una ruta que les iba a transmitir por radio directamente a los auriculares que cada uno tenía en su oreja, de forma que no hicieran ningún ruido para no llamar la atención de lo que pudiera vagar por los túneles. El Sargento Campano supervisaría la operación desde las pantallas de los monitores. Los pilotos estaban preparando las jaulas y el armamento en el jardín con la ayuda de Marcos Santiago. El soldado novato, Antonio García, hacía de centinela apostado en la puerta. Después deberían ocuparse del helicóptero.
Tras elegir el túnel adecuado según los cálculos efectuados por Gil y Antúnez, se colocaron en formación de marcha, abría la misión la Cabo Primero, a la que seguía Antúnez, luego el sanitario, Cabo Saravia, y tras él, Montenegro; la Sargento cerraba la marcha. A veces el pasillo daba suficiente anchura para que dos personas caminasen juntas, pero la mayor parte del recorrido sólo cabían de uno en uno. 
Los techos también solían ser suficientemente altos para mantenerse erguidos casi todo el tiempo, oscilaba entre uno ochenta y dos metros veinte. A la altura del ojo izquierdo llevaban una gafa de visión nocturna Newcon NVS–14, que les serviría para profundizar en la oscuridad y descubrir figuras en movimiento que pudieran acecharles. Desde la Sala deberían dirigirlos cuando llegaran a las bifurcaciones que se apreciaban sobre el plano.
– No me fío –rumoreaba para sí el Sargento Campano–. Cabo, usted iniciará un segundo recorrido acompañado de García, si ya han acabado de preparar las jaulas, Marcos se quedará como centinela. Doctor ¿usted qué opina? 

.../..."

Del capítulo con el mismo título. Hipófisis Z (isla) Edición 2019.

@ by Santiago Navas Fernández

viernes, 13 de diciembre de 2019

Hipófisis Z (isla). Edición 2019


La versión e-book para tablet, teléfono o Kindle ya está... DISPONIBLE ¿Dónde lo puedo comprar?



Esta versión ha sido totalmente modificada: revisada y ampliada en profundidad, escalonada en capítulos y con más detalle. Eso sí, sigue siendo una aventura donde se mezcla la ciencia, con enlaces a noticias y hechos reales sobre los que se basa la teoría, y la acción trepidante de unos militares de la Unidad de Operaciones Especiales del Ejército español, porque no todas las aventuras tienen que ocurrir en otros lugares.

Obviamente lo ideal sería una segunda aventura sobre este libro, vale, pues está en proyecto, por supuesto. Pero va para largo, que no es sencillo si queremos que sea original y aporte algo más que vísceras y sangre.


La página de Amazon es: amazon.es/Hipófisis

Y en Google.Play.Books: google.com/Hipósis Z 2019

Por motivos de seguridad se abrirá una página con el enlace, debes aceptar para dirigirte a la zona de descarga y compra.


@by Santiago Navas Fernández


martes, 9 de abril de 2013

DIARIO ZOMBI DE LA ISLA DE OCELOS: Todo está "en marcha", he acumulado mis recuerdos ...




...los he puesto en una historia que te gustará. 

Todo lo que ocurrió antes de convertirme en zombi, o mejor dicho, en el primer ser de una nueva raza y, pronto, de un nuevo mundo.

Me llamo Pedro Antúnez y soy un ser nuevo. Estoy encerrado, escondido, oculto a todos los mortales porque los científicos y militares no saben qué hacer conmigo, porque sé más que todos ellos y he decidido contarlo a través de la auto publicación de la historia que dio origen a esta transformación. Donde la hipófisis humana tiene mucho que ver, al igual que la contaminación de unas algas muy particulares. Un experimento fallido...

He reunido mis recuerdos, que podéis encontrar en papel y e-book pinchando en este enlace Hipófisis Z (isla) de Amazon; o en este otro Hipófisis Z (isla) de Play-Google. Se abrirá una página que te pedirá que confirmes que realmente quieres ir, acéptala.

Ten cuidado, debes leer la EDICION 2019. REVISADA Y AMPLIADA, pues tras escribirla tuve que corregir algunos errores y añadir recuerdos que la hacen más completa. Por eso, escoge el ejemplar con la portada roja como la que ves en el encabezamiento. He sabido que algunos siguen editando la anterior, errónea.

Sé que te gustará. Disfrútala y, más adelante, tal vez podamos hablar de lo que ocurrió después, cuyo anticipo ya conoces si has seguido mi blog.

Un hediondo y jugoso abrazo (ten cuidado con tu yugular),

Pero Antúnez 
(primer ser de una nueva raza, de un nuevo mundo)

jueves, 14 de marzo de 2013

Últimos días

No tengo conciencia del tiempo que pasa ente un momento y otro. Mi mente es como un hilo sin fin que no distingue.
La luz está encendida, luego la apagan durante un tiempo, creo que tratan de evocar el día y la noche. No sé porqué lo hacen, yo no duermo, no necesito el sueño.
También introducen alimentos por la puerta. Pero se los vuelven a llevar intactos pasadas unas horas. El agua también. Sé que es fruta, o carne, o pescado. Huele muy variado, pero su aroma no me seduce en absoluto.
Sólo una vez probé el líquido rojo que humedecía un plato, me gustó su sabor. Era carne casi cruda, pero no la tomé. Me dio miedo.
Ahora me han dejado un montón de papel en blanco y varios bolígrafos. Creo que quieren que escriba en ellos todo lo que sé o todo lo que recuerdo. Creo que lo haré.
A la cabeza me vienen imágenes y nombres: Urdáriz, Campano, Almudena, Evelyn, …
Me lo tomaré como una terapia, escribiré cuando hay luz e intentaré meditar cuando ésta se va. Incluso puede que tome algo de la carne cruda, si me la vuelven a traer y así creo que me integraré en sus costumbres, tal vez les lleve a tener una cierta comunicación conmigo.
Sí, escribiré todo lo que pasó en la Isla donde me encontraron, al menos  la historia que yo conozco de los tres días que viví allí.
Los últimos tres días de mi anterior vida.

domingo, 25 de noviembre de 2012

Despertar

Queridos amigos desconocidos, más allá de las límpidas verjas que me acosan, os saludo sin saber cuánto tiempo ha pasado desde la última vez que estuvimos en comunicación, pero supongo que han sido meses.
Vivo en una habitación inmaculadamente blanca, todo es de leche y el contraste de mi piel se agudiza mire hacia donde mire. Mis ropas también son blancas, aunque no tan asépticas como debieron ser. Los líquidos de mi cuerpo manchan su pureza, quizá quien lo pensó creía que mi parte humana se vería humillada. Pero sé que soy un ser nuevo y que no me comprenden porque su ciencia no les explica por qué estoy aquí. Da igual, lo importante es lo que yo siento. Y yo me siento pleno.
Cuando me detuvieron en la isla, perdí el conocimiento o al menos no recuerdo lo que pasó. Pero es fácil adivinar. Seguro que estoy en algún lugar oculto y sometido a observación y estudio, es lo que yo haría si fuera ellos. No importa.
Me llamo Pedro Antúnez, he recuperado la consciencia y me comunico universalmente por telepatía, soy el primero de una nueva raza que tomará posesión del mundo, los humanos ya son pasado.

sábado, 10 de marzo de 2012

Ha sido devastador.

Escuché el ruido de los motores. A continuación explosiones. Enseguida comprendí que estaban bombardeando el edificio que ha sido nuestro refugio hasta ahora. El ordenador parpadeaba continuamente con su mensaje imperecedero “¡rendíos!”, igual que en los últimos días.
He conseguido que el nivel de comunicación con mis hermanos sea fluido, continuo. Así, he preparado una estrategia a sabiendas de que el ataque se iba a producir antes o después. Y que sería un éxito, por supuesto.
Los perros no dejaban de ladrar y a cada ladrido, pedazos de su boca salían disparados hacia el frente, si no actuaban rápido, se iban a deshacer como pasteles golpeados por perdigones.
Al final he tenido que ceder, pero antes, nuestra estrategia ha quedado perfectamente trazada. Los soldados sólo me esperaban a mí, así que saldría solo. No quieren matarme, quieren atrapar al zombi viviente.
Mis hermanos y los perros esperarían agazapados entre los escombros y, en el momento de detenerme, se lanzarían sobre los desprevenidos militares y les derrotaríamos con facilidad. Pero todo ha fallado.
Yo he salido y efectivamente han dejado de disparar desde los helicópteros. Las tropas de tierra han acudido a mi encuentro con toda precaución. Pero cuando iban a salir mis hermanos y los perros, los helicópteros han abierto fuego indiscriminado sobre las últimas ruinas, aplastándolos en su interior.
Mientras me volvía a mirar y la furia se iba apoderando de mí, mis captores se han lanzado sobre mi destrozado cuerpo, me han tirado al suelo y sometido rápidamente, no he podido reaccionar y defenderme.
¿Qué como estoy contándolo? … en contra de lo que supuse, un hermano ha sobrevivido en un pequeño hueco que se ha formado al derrumbarse el edificio. Está atrapado, pero como no necesita nada para vivir, ahí aguantará eternamente hasta que alguien venga a remover los escombros, sea liberado y por fin “coma” algo. Esto que leéis se lo estoy transmitiendo por telepatía, ya os dije que llegamos a dominarla.
Ahora viajo atado y amordazado en un helicóptero, rodeado y vigilado por seres que huelen a sangre roja y fresca. No sé dónde me llevan, pero supongo que será a la civilización. Me haré el herido para que me dejen algo de libertad, pienso aprovechar cualquier oportunidad para intentar morder a los que me rodean y convertir a “la nueva raza” cuantos más vivos mejor.

martes, 21 de febrero de 2012

El miedo es humano …

sin embargo yo no lo soy, pero  he sentido miedo.
Desde hace varios días, un mensaje aparece en mi pantalla:
“Ríndete, sal al exterior a medio día, cuando el sol está más alto y una patrulla se acercará hasta ti. Entrégate y no te haremos nada.
Queremos estudiar tu naturaleza, simplemente. Serás atendido por médicos y trasladado a un lugar seguro. No temas.
Entrégate”
Y así cada cierto tiempo, no voy a hacer caso, por supuesto.
Por fin, han venido a buscarme. Ayer escuché ruidos en el exterior. Se acercaron a la puerta y la golpearon, supongo que intentaban forzarla. Pero no hicieron demasiada presión conscientes de que su apertura no consiste en simples embestidas, está blindada.
Mis hermanos comenzaron a gruñir. Seguramente que su aullido no traspasase fuera, en todo caso, pensarían que era yo mismo. Confío en que no descubran su existencia aún.
Al anochecer, como siempre, salimos los tres al exterior. Nada más asomar, unos fieros y enormes perros nos atacaron. Los habían dejado allí para que me hicieran trizas, eran asesinos perfectamente entrenados para no asustarse por nada.
Su ataque debía ser implacable, pero sufrieron un pequeño trastorno emocional al vernos. No sé cómo, pude leer sus pensamientos como si estuviera dialogando en un idioma universal, el mismo con el que me comunico con mis dos congéneres.
Sólo uno de los tres engendros embistió con furia. Sus dientes afilados se clavaron sobre el brazo útil del hermano que estaba a mi lado, que se quedó observándolo con curiosidad. Luego lo tomó del cuello y con fuerza inhumana estrujó su hocico. Una vez liberado, con ambas manos tiró de cada mandíbula y desprendió las quijadas, un baño de sangre y aullidos de dolor del fiero animal indicaron su agonía.
Los otros dos canes se acurrucaron a nuestros pies sometiéndose humillados.
Ahora somos un pequeño ejército de cinco miembros, donde la fuerza y la ausencia de miedo son la característica principal.
Nos entendemos bien. Y la presencia de los perros ha ayudado a mis hermanos a comprender mejor qué debemos hacer.
El miedo es un sentimiento propio de los seres humanos, yo no lo soy, pero lo he sentido. No comprendo nada en absoluto.

martes, 7 de febrero de 2012

Malditos humanos …

me han tenido desconectado de internet todos estos días. Pensarán que tal vez el aislamiento me afecta. ¡Pero si no soy humano!. Yo no tengo necesidad de comer ni de beber, no tengo que ir al baño, no distinto entre el día y la noche … ¡no saben a lo que se enfrentan!.
Por lo menos he aprovechado el tiempo para entrenar a mis dos hermanitos. No son muy listos y costó mucho que obedecieran, pero creo que al fin nos entendemos a la perfección, de alguna manera nos comunicamos. Y ellos siguen todas mis indicaciones ahora.
He conseguido que tomen un palo como si fuera un arma de defensa o de ataque. Aprovechando la noche, trajimos hasta la Sala, algunos cuerpos que había en el edifico arrasado que debió ser una especie de morgue. Con ellos nos hemos entrenado.
Por el día no salimos, permanecemos con las puertas cerradas, sino estos dos se me escaparían como bobos detrás del ruido de los helicópteros, los tengo bajo control. Procuro que no hagan más ruido que el de sus gruñidos y yo también me aguanto sentado contra la puerta, para que no me sorprendan en un descuido y se escapen.
Sé que no puedo engañar a los humanos que nos amenazan, sé que saben que estoy aquí escondido, pero aún no se atreven a descender y atacar, por suerte, porque un ataque suyo me haría temblar. Aún así, mantengo la esperanza de que en caso de ataque, pueda defenderme con la ayuda de mis dos hermanos.
Del resto de cadáveres ninguno es aprovechable pues todos están muertos, verdaderamente muertos, no como nosotros tres.
Ayer oí un ruido nuevo, me asomé sigilosamente y vi que había una lancha dando vueltas alrededor de la isla. Eso me asusta, porque demuestra que poco a poco se van acercando.
No creo que quede mucho para su violento desembarco.


sábado, 14 de enero de 2012

Aparecieron de repente los dos...

asomando por la puerta, emitiendo unos ruidos guturales muy ambiguos, y a mí no pudo menos que entrarme una profunda alegría. Incluso creo que, de algún modo, solté una carcajada, tal vez fue  soñada o tal vez hasta me escuché.
Estaba volviendo a leer el email recibido, pensando cómo contestar apropiadamente, cuando escuché algo a mi espalda. Me volví y allí estaban los dos soldados que yo había atacado hasta asesinarlos.
Uno iba con la cabeza prácticamente caída, el otro con el pecho abierto. Ambos apenas podían mirar porque los ojos los tenían vueltos. El primero además, no podía enderezar la cabeza así que era muy bueno para vigilar su lateral, si se me permite la broma.
Pero a fin de cuentas eran mi nueva familia, mi única familia. Me miraron y se acercaron venteando el aire, hasta que se convencieron de que yo no era una víctima para ellos, nada podían obtener de mi persona.
Son terriblemente torpes y absurdos. No son capaces de reconocer ningún aparato eléctrico, ni doméstico, ni hacer ninguna manualidad. Se quedan todo el tiempo detrás mío esperando que les indique algo, no necesito hablar, con solo pensar qué quiero, ellos lo hacen. Pero no les pidas más.
Ayer vi sobrevolar nuevamente el helicóptero. Mis hermanos se pusieron nerviosos, muy nerviosos. Y si no llega a ser porque cierro la puerta, hubieran salido como perros ladrando al aparato. Los hubieran acribillado, así que debo protegerlos de su propia inocencia.
Creo que me comprenden. Y creo que podré dominarlos del todo antes de que los soldados vuelvan a intentar una nueva invasión.
Seremos un pequeño ejército, débil, desarmado, así que deberemos usar la poca inteligencia que tengo para ganar la batalla contra las armas de los militares.
Sé que me observan y he desconectado la webcam para que no puedan vernos. Ese es el factor sorpresa, piensan que estoy solo, pero ya somos tres zombis.
Aquí les espero...

sábado, 7 de enero de 2012

Queridos internautas amigos:



he recibio un email en pantalla muy curioso y lo quiero compartir con vosotros:

"Maldito bastardo:

has matado a dos de nuestros compañeros.

No sabemos quién eres ni qué haces ahí, pero no te vamos a dejar tranquilo.

Algunas cosas en la isla aún funcionan, como bien sabes, nada mejor que este sistema informático, que además vamos a mantener activo en tanto en cuanto te cacemos, para que nos haya permitido saber de tu maldita existencia.

No eres como nosotros, no eres un ser humano, pero una vez lo fuiste.

Lo que ha ocurrido en esa isla te ha convertido en un cadáver capaz de pensar, pero no de sentir: ¡¡ESTAS MUERTO!! y cuanto antes lo asumas, mejor para todos.

Puede que seas el inicio de una raza nueva, de inmortales. Da igual.

Te envíamos una fotografía tuya tomada por una de las cámaras de vigilancia que aún funcionan,  para que te ayude a comprender lo que te estamos diciendo.

Dentro de un par de días nos pondremos en contacto contigo. Esperemos que reflexiones (si puedes realmente) y accedas a rendirte sin oponer resistencia.

Si no lo hicieras, serías destruido, la isla será arrasada y se hundirá en el mar si es necesario, pero nos gustaría que vinieras de buena voluntad con nosotros. Nuestros científicos te esperan."

Y eso es lo que no me gusta, tengo una profunda aversión por los batas blancas, seguramente como consecuencia de eso que recuerdo vagamente que ocurrió y que se mezcla con el asesinato de mis compañeros Evelyn, Campano, ...

No pienso entregarme, pienso resistir. Intuyo que no debo hacerlo, creo que no se atreverán a destruir la isla, soy su gran tesoro.

Si alguien me lee, habladme por favor, ayudadme a comprender y a explicar qué ha pasado. Mi email es: diariozombidelaisladeocelos@gmail.com


domingo, 1 de enero de 2012

Sangre en mis manos

sangre en mi boca, sangre que mancha mi ropa, pero carezco del sentido del gusto, sólo siento que refresca mi garganta, que calma mi ansiedad. No sé porqué la bebo, no siento hambre, es sólo puro deseo por sosegar este fuego que me invade.
A mi alrededor los restos rojizos del cuerpo que acabo de descuartizar provocan mi voracidad. Soy consciente de lo que estoy haciendo y no me siento feliz, sin embargo, no puedo parar, algo dentro de mi me ordena seguir, ocultando cualquier sentimiento de piedad, o de humanidad.
Dos soldados aparecieron un día por la isla, los vi, los intuí, los olí en la lejanía. Y mi instinto me llevó a hacer lo que hice . A cada paso mi mente iba registrando como un testigo mudo cada paso que daba, cada acción que ejecutaba. Me veía a mi mismo como si estuviera sobrevolando la acción y, sin embargo, era yo mismo, ¡yo!, el que se arrastraba ocultándose sigilosamente por los diferentes puntos, el que venteaba para saber la dirección de los dos humanos que tanta ansia provocaban en mi.
Me acordé de esos vídeos que había visto sobre animales de presa en plena caza. Sin embargo no era yo mismo, no podía controlarme a pesar de todo. Algo dentro de mi ordenaba y yo obedecía sin más.
Llegué oculto a su altura y me abalancé sobre uno de ellos. De una gran dentellada desgarré su cuello y la yugular expulsó todo su contenido como un geiser, manchando el suelo, tiñendo el verde de la hierba, mientras como si fuera una cámara lenta, yo lo iba grabando todo en algún punto de mi oscura mente. El otro soldado se volvió, pero apenas le dio tiempo a reaccionar, salté sobre él mientras su compañero mortalmente herido se agarraba la herida y caía como una roca hasta el suelo.
La acción pareció durar minutos, pero fueron escasos segundos. Mis manos erizaron las uñas contra el pecho de la nueva víctima y se clavaron en él, mientras un disparo atravesaba el lugar donde yo debería tener un riñón. Algo oscuro se derramó allí, pero nada me detuvo y el pobre hombre vio cómo le abría el pecho, cómo extraía su corazón y me lo llevaba a la boca. Ahí no pudo más y exhaló.
El primer soldado aún se revolvía por el suelo sujetándose fuertemente el cuello. No había en su mirada más que un horror contenido, un miedo incomprensible.
Habían cometido el error de mandar a un par de pobres soldados como avanzadilla y habían caído en mis garras cuando menos se lo esperaban. Desde el helicóptero no pudieron ver nada, pues me había arrastrado por las sombras, ocultándome por los túneles que unían los diferentes edificios y aproveché que habían entrado en las ruinas de uno de ellos para atacarles. Así que mi acción quedaba, presuntamente, impune. Sin duda deducirían que aún había un peligro oculto en la isla, pero para eso debían descender y yo estaría esperando para darme otro festín.
Ahora, cuando me veo a mi mismo, todo mi uniforme está negro de la sangre que a borbotones ingerí para calmar la ardiente garganta de este cuerpo en el que vivo. No siento remordimiento, ni pena, soy así y punto. La carne roja humana me atrae y despierta mi voracidad, pero si no hay humanos cerca, no siento nada ¿Por qué se empeñan en tentarme?.

sábado, 17 de diciembre de 2011

La luz roja...

se ha encendido, eso quiere decir que alguien está al otro lado del hilo de transmisiones, alguien ha contactado con mi ordenador, pero permanece callado. He encendido mi web-Cam para que me vea, pero no me contesta. He encontrado un micrófono pero no me sirve de nada, no sé hablar, sólo sé escribir.
Creí que alguien quería contactar conmigo, una posible amistad, un posible salvador, pero no. Lo sé, son ellos, los que me han abandonado en esta maldita isla. Os lo voy a contar para que toda la red se entere.
El otro día, después de ver parpadear la lucecita roja, oí ruidos de motores que sobrevolaban la isla. Creí que una cosa tenía que ver con la otra. Y así era, pero no en el sentido que yo suponía.
Corrí al exterior, pero cuando iba a situarme a la vista de quien quiera que pilotase el potente helicóptero, unas balas me dieron en el hombro. Alguien desde el aparato disparaba y lo hacía con mucha puntería sobre mí, me dio en esa parte del cuerpo que era la única que ya había asomado ¿pero acaso no saben que estoy muerto?, soy un zombi y no me pueden matar como ellos se matarían a sí mismos, como hicieron con el resto de mis compañeros.
Volví a entrar a la carrera y atranqué la entrada, ahora sé que esta Sala es inexpugnable.
Conecté una radio que hay por aquí y pude escuchar la conversación de los que viajaban en el helicóptero.
- ¿Pero qué haces, imbécil?, es demasiado pronto para disparar.
- Ya había asomado lo suficiente.
- Te he dicho que este ser no es un ser normal, que si no le das en la cabeza no sirve de nada aunque le descargues todo el maldito cargador.
Gritaba o más bien le aullaba el uno al otro. Venían a matarme, querían acabar conmigo, pero si tanto lo deseaban ¿por qué no aterrizar y cogerme por sorpresa?.
Seguramente que nadie se quiere arriesgar a pisar este suelo, a impregnarse del hedor que debe subir de todo el recinto, aún con numerosos cuerpos en descomposición destilando el fatal elemento que nos vuelve zombis, muertos vivientes.
Luego escuché la conversación que se trajeron con la Base desde donde supongo que les habrían enviado.
- Este idiota lo ha estropeado todo. El bicho ha salido indemne y se ha refugiado en la Sala.
- Hasta allí no podemos seguirle, no me atrevo a ordenarles que bajen a tierra. Y ese lugar es un búnker indestructible.
- No me ha dado tiempo a verle bien, señor, pero me ha parecido un ser humano normal y corriente, algo sucio y desaliñado, quizá herido …
- Ni lo piense. Ese ser no es humano, está muerto aunque se mueva. Y no hablo en sentido metafórico. Y además es muy peligroso. Hay que acabar con él, puede que sea el último en la faz de la Tierra, pero él sólo podría convertir a todos en esas horribles cosas.
Hablaban de mí, se han dado cuenta, saben que existo, pero no saben que puedo pensar, que casi puedo sentir. He decidido que tengo que hacer algo para comunicarme con ellos y demostrárselo, quizá así quieran recogerme y llevarme a sus lugares de origen.
Que me estudien los científicos, que me hagan pruebas o lo que sea, pero ya no aguanto más esta soledad.
Hay veces que me quedo pensando y no me doy cuenta de lo que ocurre y cuando parece que vuelvo a la actividad no sé ni el tiempo que ha pasado, es como si me quedara dormido, pero no es así …
Esto es horrible …

miércoles, 30 de noviembre de 2011

Odio y sed de venganza...

fue lo que sentimos al unísono. Aquellos estúpidos científicos con sus inmaculadas batas blancas, aparecieron de la nada e insultaron la memoria de tantos compañeros y compañeras caídos en la isla, luchando contra los zombis que ellos habían creado con su locura.

Y allí estaban, ante nosotros, con todo su desprecio hacia los militares que nos jugábamos la vida para corregir sus meteduras de pata.

Obramos al unísono y sin decir nada. Los obligamos a entrar en la habitación donde habíamos acorralado a los últimos seres. Oímos sus gritos de desesperación mientras eran atacados por la voracidad insaciable de los zombis.

No sentimos remordimiento alguno. Al contrario, nos dimos la vuelta como si no hubiéramos hecho absolutamente nada. Y volvimos al punto de encuentro, a seguir esperando el último vuelo del helicóptero militar que nos sacara de esta maldita isla.

Éramos el grupo que cerraba la misión, los últimos cinco y nos disponíamos a marcharnos con la mayor tranquilidad.

Pero a alguno se nos olvidó echar el cerrojo de seguridad de la puerta que guardaba el horror... y la puerta se abrió.

Ahora ya puedo conectar los recuerdos inconexos. Ahora sé lo que sucedió, al menos en las últimas horas que compartí con otros seres realmente vivos y no solo, como estoy ahora mismo.

Además de Campano y Evelyn sé que había otros militares más, cuyos nombres aún no consigo recordar. Lo que sucedió ya está dicho, sólo añadir que el helicóptero no llegó a aterrizar, lo vi desde donde me refugié.

Una masa de seres asesinos se acercó a su encuentro atraídos por el ruido de los motores, ni siquiera llegó a posarse. Viendo cómo estaba el patio del edificio, volvió a elevarse, sobrevoló varias veces el lugar, como si quisiera comprobar que todo estaba invadido y que no quedaba nadie por rescatar.

Cuando se sintieron convencidos, lanzaron cohetes que impactaron en el patio y en el mismo edificio. Una lluvia de escombros y fuego lo invadió todo, los seres morían abrasados. Sé que huí hacia la Sala de Control.

Estaba herido, pues a pesar de defenderme de mis antiguos compañeros con toda la contundencia que pude, consiguieron alcanzarme y morder mi brazo. Al final cayeron, pero mi herida sangraba. Tengo una mala sensación de ese momento.

Me encerré en la Sala de Control. Recuerdo cómo atranqué las puertas, recuerdo oír los aullidos de los terribles seres, las explosiones, los golpes sobre la puerta.

Y mi mente comienza a nublarse desde que me tiendo sobre una de las camillas que hay en un extremo de la habitación. No sé explicar por qué hay dos camillas en la Sala de Control del edificio principal. Las luces parpadean y mis ojos se cierran, con la mano me aprieto la herida, pero sangra igualmente.

Y me siento perdido... hasta hoy